En la epístola de Pablo a los Romanos en el capítulo 8 versículo 19, encontramos algo precioso; que el anhelo ardiente de la creación es que aguardar hasta que se manifiesten los hijos de Dios, y esto lo entendemos con el versículo anterior, el 18, en donde habla que ninguna de las aflicciones que tenemos que pasar en nuestro camino con Dios son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse, es decir, que la creación anhela que Cristo venga en su gloria y que nosotros como sus hijos vivamos con él por la eternidad alabándole y glorificándole por siempre. Allí no habrá llanto, ni dolor, ni sufrimiento sino que la gloria de Dios estará con nosotros, le veremos cara a cara y gozaremos de están con el y con todos nuestros hermanos.
Por tanto alegrémonos también nosotros y no desmayemos en nuestro caminar cristiano, sabiendo que la gloria que nos espera es incomparablemente mayor. Además prediquemos su palabra por amor a los escogidos, y si aún no eres un hijo de Dios, todavía hay oportunidad, Dios te está llamando, confiésale tus pecados y arrepiéntete. Cristo viene!
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